San José, Costa Rica.- Siete años después del estallido social que inició el 18 de abril de 2018, en Nicaragua, la represión estatal ha dejado consecuencias profundas en la vida de miles de personas. En particular, la juventud que participó en aquellas movilizaciones ha experimentado desplazamiento, exilio y reorganización en otros países.
La mayoría ha tenido que reconstruir sus vidas fuera del territorio nacional, manteniendo un vínculo con las causas que motivaron su salida: protestar en contra de la dictadura sandinista.

Alexander Reyes salió de Nicaragua en julio de 2022. Su participación en las protestas le costó la separación de su familia y amistades, la interrupción de sus estudios y un cambio drástico en su proyecto de vida. Como muchos otros, encontró en el exilio una realidad marcada por la incertidumbre y la necesidad de adaptarse a nuevos contextos.
«Para mí ha significado mucha ausencia, mucho desarraigo, mucha nostalgia, porque lo vivo desde todo lo que se me fue arrebatado», dice Reyes.
Desde Costa Rica, Reyes ha continuado involucrado en espacios de denuncia y organización. Su experiencia refleja una de las tantas formas en que los jóvenes han mantenido su compromiso desde fuera del país.
«No hay un solo tipo de resistencia. Cada quien ocupa un rol en la lucha. Y desde esa trinchera, seguimos haciendo comunidad y acciones de resistencia”, refiere.

dictadura sandinista: una estratega de la represión

Según el más reciente Informe del Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua (GHREN), publicado el 4 de abril, la represión del régimen de Daniel Ortega ha pasado por cuatro fases desde 2018. Cada una de estas etapas se ha caracterizado por formas específicas de acción estatal orientadas a desarticular la oposición.
La primera, entre 2018 y 2020, incluyó el uso excesivo de la fuerza contra manifestantes, con ejecuciones extrajudiciales, detenciones masivas y ataques a medios de comunicación. Durante este período, las protestas pacíficas fueron enfrentadas con violencia letal.
Los testimonios documentados en el informe indican el uso de francotiradores, tortura y otras formas de violencia para disuadir la protesta. También se reportaron allanamientos, amenazas a familiares de manifestantes y criminalización de la protesta cívica.
En 2021, según el informe, se produjo una represión selectiva, centrada en obstaculizar las elecciones. Se arrestaron a precandidatos presidenciales, se clausuraron medios de oposición y se aprobaron leyes que restringen el financiamiento internacional a organizaciones de la sociedad civil.
La tercera fase, en 2022, profundizó el desmantelamiento del espacio cívico. Alcaldes opositores fueron depuestos, se intensificó la persecución a la Iglesia Católica y se canceló la personalidad jurídica de miles de organizaciones no gubernamentales. Algunas universidades privadas también fueron intervenidas y sus bienes confiscados.
La fase actual, iniciada en 2023, está caracterizada por el control institucional absoluto y la consolidación de reformas legales que otorgan al Ejecutivo dominio sobre los otros poderes del Estado. Se han documentado casos de retirada arbitraria de la nacionalidad, confiscaciones sin orden judicial y restricciones de entrada al país incluso para ciudadanos nicaragüenses.
Testimonios y fotografías ciudadanas que sostienen la memoria de la resistencia
Diana Carballo fue una de las personas que participó activamente en las manifestaciones. En 2021 se exilió en Costa Rica tras varios años de activismo en Nicaragua. Su experiencia combina el impacto emocional del exilio con la necesidad de reconstrucción personal.

«Fue un momento inigualable. Sentir aquella adrenalina, enfrentándote a fuerzas más poderosas… volvería a salir a la calle, volvería a levantar la bandera”, refiere.
Durante su llegada al país vecino, atravesó condiciones precarias y tuvo que adaptarse a nuevas rutinas. En su relato se combinan la frustración por lo perdido y la determinación de seguir adelante.
«Sigo comprometida con el cambio, pero ahora desde una perspectiva en la que también pienso en mí”, relata.
Los relatos de Alexander y Diana ilustran el impacto de la crisis socio-política en la juventud y sus formas de adaptarse al contexto del exilio. Ambos forman parte de una generación que busca sostener la memoria colectiva sobre lo ocurrido.
Juventud que se reorganiza
En el exilio, algunos jóvenes han buscado alternativas para continuar formándose y participar en espacios de organización. Diversos colectivos en países como Costa Rica, España y Estados Unidos han promovido iniciativas de capacitación, incidencia y acompañamiento a la comunidad migrante. Según Reyes, la solidaridad cotidiana ha sido una de las formas de sostener la resistencia desde fuera del país.
Esa solidaridad se manifiesta en redes informales que brindan apoyo a personas recién llegadas, en actividades de recolección de fondos o en la simple presencia afectiva ante momentos de crisis.

«Acogemos a alguien que llega sin techo, cuando organizamos una recolecta para un compañero migrante que necesita apoyo”. Alexander Reyes
Carballo señala que uno de los desafíos actuales es conectar con nuevas generaciones. Esta brecha generacional puede dificultar la continuidad del trabajo organizativo en el futuro. Agrega que es importante aprender de la experiencia de generaciones anteriores. En su opinión, escuchar a quienes han pasado por otros ciclos de lucha puede ayudar a evitar errores y fortalecer los procesos de articulación.

«No hay ninguna organización juvenil que esté conectando con los jóvenes que vienen luego de nosotros. Y eso me aterra». Diana Carballo
Cuidar la esperanza, sostener la lucha y la resistencia
Para Reyes, preservar la memoria de lo ocurrido es una tarea necesaria para pensar en una transformación a largo plazo. Esta tarea, según explica, no se limita al ámbito político, sino que incluye aspectos emocionales, educativos y comunitarios.
Aunque los espacios de organización se han transformado, las acciones de resistencia continúan desde diferentes ámbitos. Muchos jóvenes participan en foros regionales, producen contenido audiovisual, escriben y documentan las historias de quienes están dentro y fuera del país.
Tanto Reyes como Carballo aseguran que mientras viva la memoria de abril, la posibilidad de organización y retorno sigue presente. Para muchos, la justicia no solo es un objetivo político, sino un proceso necesario para sanar y proyectar nuevas formas de convivencia en Nicaragua.
