«Oídos en las paredes, ojos en las pantallas» vigilancia y espionaje para obstaculizar a la masa.

Si la cárcel castiga y las armas disuaden, el espionaje evita que el enemigo hable. O piense. O actúe. La vigilancia es hoy el engranaje más silencioso y a la vez más eficaz del régimen de Daniel Ortega Murillo, aunque tampoco es nuevo.

En los años ochenta, el FSLN creó una red de Comités de Defensa Sandinista (CDS) y organizaciones de masas encargadas de reportar cualquier actitud sospechosa. Se incentivaba la delación y se construían expedientes políticos desde las comunidades.

En 2007, Ortega recuperó el poder y una de sus primeras órdenes fue clara: incrementar la «vigilancia revolucionaria». Se retomaron los Consejos del Poder Ciudadano, luego rebautizados como Gabinetes de la Familia, Comunidad y Vida.

Aunque se presentaron como plataformas de participación social, en realidad han operado como redes de espionaje vecinal. Desde ahí se reportan reuniones sospechosas, publicaciones críticas en redes sociales, visitas inusuales en los barrios.

A esto se suma el aparato digital. El Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua (GHREN) de la Organización de Naciones Unidas (ONU), documentó intervenciones telefónicas, monitoreo de redes y persecución de críticos en el extranjero.

Vladimir de la Cruz sostiene que el sistema de control nicaragüense es más eficaz hoy que nunca pues la tecnología juega a su favor.

“El control nicaragüense debe existir muchísimo más desarrollado, más tecnológicamente, más científicamente que el de la dictadura de Somoza. Tiene mecanismos de capacidad de rastreo informativo en las redes, en los medios informativos, en la prensa electrónica, en todos lados deben tener controles”, señaló de La Cruz.

Agencia EFE