Managua, Nicaragua 21, febrero de 2022.- La emprendedora nicaragüense Emily Guadalupe está abriendo camino para una comunidad poco visible en el mundo empresarial nicaragüense que no está exento de la discriminación, el clasismo y la exclusión social. Esta es la historia de transición y aceptación de Aaron de Jesús Chavarría Canales hacía el cuerpo de “Emily Guadalupe”.
“Mi nombre de trans género es Emily Guadalupe Wong Cifuentes. Mi familia primero fue católica y luego cristiana por lo que yo realmente no encajaba y fui rechazada” relata mientras recuerda que a los seis años se llevó su primera paliza porque deseaba ser una de las chicas Súper Poderosas “mis padres me escucharon pero no solo me regañaron también me pegaron y me dijeron que había nacido niño, no una niña”.
Emily ha aprendido a aceptar su vida y desde sus recuerdos intenta dar sentido a su realidad. “Cuando estaba bien chavala me iba a la casa de una amiga a jugar con sus muñecas a escondidas de mi madre”, recuerda. Su amiga le aconsejó expresarlo, pero no lo hizo. Era su secreto de la infancia no revelado para evitar comentarios indiscretos y hasta nuevas golpizas.
Para Emily como le conocen sus amigas o Aaron como aún lo llama su familia, la transición de la infancia a la adolescencia estuvo cargada de culpabilidad e intentó esconder su femineidad para ahorrarse problemas, no lo logró. “A mí me encantaba vestirme de mujer, pero luchaba por negarlo. A los doce años, llegué a pensar que realmente estaba confundida”, señala y explica que en medio de su confusión llegó a considerarse un adolescente gay, una idea que le surgió del instinto.
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“Siendo adolescente vivía frente a una universidad” recuerda Emily para contextualizar el hecho que cree le ayudo a aceptar parte de su condición, pues allí al ver tantos jóvenes universitarios descubrió que se sentía hipnotizada con los muchachos y que nunca le llamaban la atención las mujeres, entonces pensó que su condición sexual era ser homosexual.
“Mi familia me confundía más, más y más hasta que me fui de la casa confundida de que era un chico gay luego me di cuenta que no encajaba como tal porque nunca me sentí como un hombre” idea que cambió al experimentar una relación con un hombre gay, en ese momento descubrió que ella quería verse más como una mujer relata para explicar el momento en el que decidió transformarse en una.
Así con catorce años abandonó su casa para fugarse con su novio. Pensó que abandonaba su hogar para mostrarse al mundo como la mujer que anhelaba ser, esa era “Emily”, ella era la libertad que sentía le podía ser arrebatada por pertenecer a una familia de fuerte arraigo religioso; convertirse en mujer era la inspiración temprana que la motivó a emprender la lucha por su cuerpo, su independencia económica y la aceptación de ser una mujer trans.
“Fue frustrante porque mi familia me dio la espalda. No creyeron en mí” recuerda. “Yo creo que mi familia pensaba que a mí me iba a ir mal, mi mamá me pidió que me fuera y que viera por mi propia vida si era que yo estaba muy decidida” de allí nació su independencia y desde su rebelde soledad comenzó a tomar decisiones a la ligera sin medir las consecuencias. “Eran decisiones, a veces ni tan buenas ni tan malas y más a esa edad”, expresa.
En esos años de juventud y en medio de su abandono familiar y la frustración, Emily intentó refugiarse en su fe y quiso sacarse el supuesto demonio que llegó a creer que la atormentaba, entonces reprimió su identidad. “Sentí la necesidad de ir a la iglesia porque mi familia decía que esas cosas no eran así y que mis pensamientos y sentimientos eran del diablo”, cada palabra era una martillada en su cabeza, un martirio que la acompañó hasta que decidió seguir su necesidad de convertirse físicamente en mujer.
EL TIEMPO DE LA TRANSFORMACIÓN DE AARON CANALES
“Al inicio, puedo decir que empecé como travesti, no era tanto una chica trans, aunque nunca me puse peluca. Ahora uso cabello largo. Visto de mujer todo el tiempo porque ya estoy re operadísima” señala riéndose con graciosa ironía al expresar que ella ya no tiene forma de volver atrás porque se ha sometido a numerosas cirugías para alcanzar el cuerpo de una mujer y ese proceso ha sido complejo.
Emily empezó su transformación física aplicándose ácido hialurónico, para ello, primero viajó a San José, Costa Rica luego repitió esta técnica en Medellín, Colombia.
De los tratamientos cosméticos para afinar facciones pasó a las operaciones, hace un año se puso implantes de senos, mismos que piensa aumentar de talla. También se ha operado la nariz y el mentón. “Me he operado todo solo me falta la reversión de sexo y me la voy hacer” afirma segura Emily, para ello ha investigado y cuenta que en México le podría costar unos diez mil dólares.
Emily realizar su cirugía de reasignación de sexo en 2022. Una decisión que parece tener una serie de reflexiones importantes que la hacen valorar y decidir entre el placer sexual y su yo femenino. “Con la rea asignación de sexo yo no podré volver a sentir un orgasmo, aunque logre convertirme totalmente en una mujer tendré que resignarme a no sentir éxtasis de por vida”, lamenta resignada Emily pues ha aceptado el precio que pagará por una transición definitiva de su cuerpo.
INTELIGENCIA EMPRESARIAL Y SEGURIDAD PERSONAL
Emily sigue siendo llamada por su círculo cercano Aarón y contrario de otras mujeres trans a ella no le molesta, todo lo contrario piensa que es una ventaja empresarial y está convencida que mientras ella logre su sueño todo estará bien porque ha decidido elegir sus verdaderas luchas, y la pelea por un nombre no es una de ellas en este momento.
“Yo estoy clara que en este país oficialmente no podré ser reconocida con mi nombre de transgénero. Tampoco estoy dispuesta a perder todo el trabajo logrado impulsando la marca de mi salón, por eso, Aarón Canales Salón se quedará para siempre”, afirma.
Es una mujer imparable, una obsesionada del trabajo, apego que le permitió descubrir “la disciplina” a la que le debe todo lo que es. Se levanta temprano y se acuesta tarde. Se alimenta sano y hace ejercicio. Tal cual su vida fuera una pasarela, siempre luce perfecta, “una diva” dicen quienes le conocen aunque sostienen que posee un “alma vieja escondida” que todo el tiempo está “ocupada” como ella misma describe.
Tras las operaciones que han cambiado su aspecto físico, Emily no siente discriminación todo lo contrario cree que le han dado herramientas para convertirse, así lo considera, en la fantasía sexual de varios hombres. “Yo sé que no soy una conejita Play Boy, sin embargo, me di el lujo de tomarme fotos con lencería porque una marca colombiana me buscó como modelo. Yo siento que todos mis sueños los he estado cumpliendo y gracias a Dios me ha ido bien porque en 2021 he logrado posicionar alto la marca Aaron Canales”, señala.
Utiliza las redes sociales para expandir su negocio y ha logrado que su sala de belleza Aaron Canales tenga un sello particular, es la sala de belleza con nombre de varón que pertenece a una mujer “bella y elegante” que se ha transformado y es capaz de crear belleza con sus manos.
Una realidad que llevó a evidenciar en las redes sociales donde expone sus cambios, “Yo creo que la vida, siempre te abrirá caminos, pero hay que saberlos aprovechar. En 2016, conocí a un amigo que me ayudó bastante con el Marketing Digital, aprendí a usar Instagram que es mi principal herramienta de trabajo y mantiene viva la economía de Aarón Canales como salón de belleza”, expresa Emily quien además empieza a destacar como comerciante, también vende y compra productos capilares complementarios.
El local ubicado en la calle principal de Altamira, un reconocido barrio en Managua, se ha quedado pequeño, pues ha ampliado los alcances del negocio, además de estilista se ha convertido en comerciante de la industria de la belleza, viaja a Estados Unidos donde compra productos para distribuirlos en Nicaragua y Costa Rica.
“En un día normal, realizo el conteo de productos. Siempre hay desafíos. Un día se daña la plancha otro la secadora, coordino al personal del salón, realizar pagos del día siguiente porque a diario se factura. A veces acudo a dejar pedidos y se me hace tan difícil en ocasiones responder un mensaje porque paso ocupadísima”, relata.
Una microempresaria que crece a pesar de las adversidades y a su corta edad ha alcanzado su independencia económica. “Yo he querido contratar a más personal, pero es difícil encontrar gente responsable. Yo soy tan feliz trabajando. Me levanto a las cuatro de la mañana, hago un poco de ejercicio y a la siete de la mañana ya estoy lista abriendo mi negocio y todo el día es de movimiento hasta la noche, a veces venimos cerrando a las diez de la noche”, dice.
“Aquí, puede pasar un huracán o un terremoto, una pandemia o la peor de las crisis y aquí voy a estar yo, trabajando como siempre” señala Emily para explicar la lógica que la convierte en una jefa exigente “Si un empleado me viene veinte minutos tarde lo regreso a su casa y que vuelva en tres días”, dice con voz segura. “Sea quien sea. Incluso si es mi mamá” y lo señala para demostrar su firmeza porque ahora su mamá es parte de su equipo de trabajo.
A pesar de las diferencias ha logrado limar asperezas con la familia que una vez lo abandonó y que a partir de su crecimiento económico nuevamente lo recibió, una realidad que acepta con madurez porque sólo quiere ser feliz. “Lamentablemente vivimos en un país lleno de clasismo. Mi familia es ejemplo de ello. Hasta risa me da ahora”. Emily dice que de todas las experiencias trata de sacar provecho, incluso de las malas.
“La vida da vueltas” es una de sus frases favoritas y la usa porque lo vive, Emily se ha convertido en un pilar económico para su familia “¿Quién se iba imaginar que mi abuelo y mi abuela morirían de Covid-19 en mi casa?” señala, ella estuvo para apoyarlos sin importarle que ellos mismos le dijeron, siendo una adolescente, que a su casa no podía regresar por no ser “hombre”.
Intenta sobreponerse a todo pero todavía es doloroso para Emily recordar que para muchas personas de su entorno solo vale por lo que ahora tiene. “Yo nunca te voy a ver por menos o por más. Porque tengas dinero o porque no. No me gusta juzgar. A veces me pregunto qué pasaría si no me hubiera superado, creo que todavía fuera rechazada. Es duro. No ha sido nada fácil”, relata entre suspiros.
Mientras Emily suelta sus reflexiones señala que “crecer como chica trans en Nicaragua es difícil, pero tampoco es imposible”. Acepta que su éxito ha generado inconformidad en el vecindario. “No molesta que yo salga adelante. Les molesta que siendo una chica trans destaque”, dice que ya varias veces han intentado cerrarle el local y odia ponerse en lugar de víctima. “Yo no pido trato especial ni que me vean diferente solo quiero que me dejen trabajar como a cualquier otra persona”, asegura.
Como mujer trans o como hombre, Emily o Aaron Canales dice querer una sola cosa el que las personas sin distinción de género vean en ella a otra persona que luchó por sus sueños y salió adelante con mucho trabajo.
“Me siento más que completa profesionalmente. Tengo certificaciones en Medellín. También en San José. Soy ingeniera en PH y cada año me actualizo en mi rama. Y si puedo dejar un mensaje para quienes me lean, es simple: No hay necesidad de ser trans o ser heterosexual para aportar a la sociedad. Cada ser humano puede dar algo a la sociedad sin importar que sea gay, lesbiana, homosexual, heterosexual o lo que sea”, reflexiona dejando claro que lucha contra las etiquetas porque las ha vencido.