- ¿Cuál es el impacto social que causa en los familiares la migración de uno sus seres queridos?
- ¿Qué cambios negativos provoca en la familia la migración de quiénes deciden salir del país?
- ¿Cómo viven las familias que se quedaron en Nicaragua por la salida de sus seres queridos?
Nicaragua ahora destaca entre los países latinoamericanos con grandes índices de emigración. La ciudadanía “nica” busca lugares que le permita la posibilidad de fuentes de trabajo, acceder a mejor educación y salud, el sueño es mejorar la calidad de vida. Principalmente busca poder brindarle estabilidad y seguridad a sus seres queridos. No obstante la decisión de emigrar genera un grave problema dentro del país: la fragmentación familiar.
Este contenido informativo se genera desde la alianza 4Mi – Cuatro Medios Informando en Colaboración, integrada por: La Mesa Redonda, Galería News, República 18 y Boletín Ecológico.
En Nicaragua, casi el 11% de la población ha tenido que emigrar, esto equivale a un poco más de 718.000 nicaragüenses según la Organización la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Sin embargo, ese número puede superar los 800 000, tomando en cuenta los datos generados por los principales países receptores.
A partir de la crisis sociopolítica y económica de 2018, también se han desplazado miles de nicaragüenses que ha solicitado refugio principalmente en Costa Rica, Estados Unidos y España. A ellos se suman un número indeterminado de los que migran de manera irregular.
Las familias transnacionales «son familias que viven separadas pero que crean y mantienen un sentimiento colectivo de bienestar y unidad, en pocas palabras, de ser familia incluso más allá de las fronteras nacionales (Bryceson y Vuorela, 2002 en Observatorio de África, el Caribe y el Pacífico sobre las migraciones, 2012).
La OIM señala en un informe titulado ‘Migración y familias’, que la migración constituye un medio para mejorar el nivel de vida y trae consigo un considerable potencial de desarrollo para los migrantes y sus familias, especialmente de orden económico. No obstante, la realidad de la migración también plantea otros retos a las familias y a sus integrantes. Estos retos pueden ser: la separación de los familiares durante largos períodos en los que los miembros de una misma familia pasan a ser transnacionales, lo que entraña considerables problemas psicosociales, dificultades de integración en países de destino y cambios en las funciones de género intrafamiliares.
UNA PROMESA HECHA A UNA ESPOSA Y A SUS DOS HIJOS: VOLVER A NICARAGUA EN DOS AÑOS
Muchos padres emigran en búsqueda de oportunidades, con el fin de brindar una mejor calidad de vida a sus seres queridos. Y aun cuando no hay tiempo definido, la incertidumbre de saber si lograrán traspasar la frontera se vuelve eterna.
Este es el caso de Angélica (nombre ficticio por razones de seguridad), quien vio con dolor cómo el padre de sus hijos pequeños tuvo que emigrar hacia Estados Unidos, en busca del llamado “sueño americano”. La promesa de su esposo es volver a Nicaragua dentro de dos años, tiempo en el cual planea ahorrar lo suficiente para mejorar su vivienda en Managua y poner un negocio propio.
Angélica tiene 25 años de edad, y su esposo 29, tienen dos hijos: una niña de 4 años y un niño de 3.
Cuenta que su esposo se fue de Nicaragua el 19 octubre pasado con rumbo hacia Estados Unidos, donde llegó el pasado 17 de noviembre. Lo hizo de forma ilegal, por tierra y pasó todas las dificultades y vicisitudes que a diario sufren los migrantes.
“Es una situación muy dura para los dos, porque la familia se separa, los niños siempre lo buscan. Para mí fue duro, la pasé mal, hasta me enfermé”, contó la joven que además aseguró sentir tristeza y preocupación en los días que su cónyuge iba rumbo hacia Estados Unidos, especialmente en México, donde estuvo más de 20 días y de donde se reportan casos de asesinatos, secuestros y robos a los migrantes.
“Él iba en un solo llanto, iba mal, igual nosotros”, relató. Sus pequeños hijos preguntan por su papá todos los días, especialmente por las noches.
El esposo de Angélica emigró por la falta de empleo en Nicaragua, ahora que ya se encuentra en Texas, espera poder encontrar un trabajo y que la situación económica de su familia mejore.
“Si Dios lo permite dentro de dos años él regresa, se va por dos años, va tratar de recoger lo más que pueda y se regresa”, concluyó la joven esposa.
El duelo de una familia fragmentada puede provocar daños psicológicos, cicatrices que dejan rastro en la niñez, por el resto de su vida. Por lo tanto, cuando existen situaciones como esta, es crucial la comunicación, no perder el contacto y evitar que caigan en un individualismo extremo y de desamor. En este caso, Angélica expresó que su esposo la llama por teléfono todos los días y realiza video llamadas con los pequeños.
Una investigación presentada por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, llamada ‘Los que se quedan, una experiencia de migrantes’ señala que las familias sufren un quebrantamiento a causa de la migración de uno o algunos de sus integrantes, con una “herida permanente y acumulativa por cuanta tensión produce el distanciamiento o la pérdida total de la persona que se fue, y por la presión social, que en el caso de la esposa o madre su rol de género es algo agotador”.
La migración de cualquier tipo, puede generar una condición de crisis, un duelo permanente ante la ruptura, la separación o arrancamiento, los miembros de la familia se llenan de temores e incertidumbres.
UNA MADRE VIO IRSE A DOS DE SUS HIJAS Y NIETOS
Doña Lourdes (nombre ficticio por razones de seguridad) también sufrió en carne propia la separación de su familia a causa de la migración. En su caso, dos de sus hijas decidieron irse a Costa Rica, llevándose con ellas a sus pequeños hijos, a quienes esta abuela cuidaba desde que nacieron.
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La señora contó que la menor de sus hijas de 30 años decidió emigrar en junio de 2021 por razones económicas, pues no encontró un buen empleo en Nicaragua con el que pudiera sacar adelante a su hijo de 8 años.
Su segunda hija de 32 años, se fue con sus dos hijos de 7 y 3 años, en agosto de este año, huyendo del acoso y violencia de su expareja y padre de sus hijos.
“Al principio me sentía muy triste, muy sola, porque a las dos las tenía aquí. Me hacía falta bastante, pero a medida del tiempo me fui conformando”, relató resignada.
“Para mí fue bien duro, porque yo a los niños los crie desde chiquitos y los jugué, al partir ellos para mí fue duro porque me hacían falta bastante y aún me hacen falta”, añadió.
Doña Lourdes expresó que no existe una fecha para poder reencontrarse con sus hijas, pues asegura que por el momento no hay recursos económicos para ello.
“Yo desearía que ellas estuvieran conmigo tan siquiera en esta navidad, pero si no se puede no se puede”, finalizó.
SÍNDROME DEL NIDO VACÍO Y EL PROCESO DE DUELO
El psicólogo Roger Martínez, afirma que quienes se quedan en el país, suelen pasar por el “síndrome del nido vacío”, que hace referencia a una etapa familiar caracterizada por la presencia de unos síntomas emocionales y físicos que aparecen después de que los hijos abandonan la vivienda familiar.
“Los sentimientos que prevalecen en estas separaciones familiares son tristeza y soledad primordialmente, sensación de incertidumbre por el destino propio y del familiar que se ha ido, labilidad al llanto donde generalmente los que se quedaron lo hacen a solas para no preocupar a los demás o demostrar públicamente sus sentimientos por el temor de ser tachados como exagerados, aparición constante de recuerdos de las vivencias con los familiares ausentes que aumenta la sensación de tristeza y labilidad al llanto, sentir que la vida pierde sentido, sensación de desesperanza sobre volver a sentir la misma felicidad de cuando los familiares aún vivían en la casa, insomnio, trastorno alimenticios, entre otros”, explicó.
El experto también menciona que los familiares que se quedan, pasan por un “proceso de duelo” que tiene sus etapas como es la aceptación y aprendizaje de la ausencia del familiar que ya no está.
“En circunstancias normales superar los síntomas de este proceso puede tomar seis meses como mínimo, puesto que este es tiempo suficiente de acuerdo a la psicología para adaptarse a esta nueva forma de vida sin los familiares que se fueron”, indicó Martínez.
Advierte que si esa etapa de duelo se prolonga por más tiempo, la ayuda psicológica podría ser indispensable para superar el proceso.
¿QUÉ PUEDE HACER LA PERSONA QUE SE QUEDA?
“¿Qué pueden hacer? en primera instancia reconocer la realidad, vivir en negación no ayuda a salir de este estado más bien lo agrava, enfocarse en los familiares que aún quedan sin dejar de comunicarse con los que se fueron, intentar generar nuevas rutinas en actividades que sean del agrado de los familiares que quedaron, hablar de cómo se siente y dejar salir las emociones que ponen un nudo en la garganta”, recomienda el experto.
“Entender que somos seres de adaptación y que tienen la posibilidad de que a pesar de la ausencia, poder crear una vida tranquila y equilibrada a pesar de la ausencia de los familiares amados. Se puede trabajar en terapia psicológica las ideas irracionales que le hacen pensar que a su familiar le irá mal, que fue una mala decisión probablemente, esas ideas que recrean escenarios catastróficos y penurias que probablemente los familiares que se han ido no están pasando”, continuó.
El psicólogo asegura que extrañar a un familiar que emigró es normal y no negar esa emoción es el primer paso para superar el proceso de duelo. Agrega que cada persona en la familia procesa la misma situación de manera distinta y “tenerse paciencia en su propio ritmo es clave para no forzarse a enmascararse y caer en tristeza aguda que se conviertan en trastornos emocionales que ameriten atención más allá de la psicológica”.
También sugiere “asumir con actitud positiva y buscar mecanismos de comunicación a través de las tecnologías que permitan a todos estar presentes en momentos importantes así sea de manera virtual como por ejemplo video-llamadas en cumpleaños, tener y transmitir la esperanza que el familiar que se fue podrá conquistar sus metas y sueños”, pues “el afecto no se rompe con la separación, más bien lo devela, entonces es propicio hacerse saber cuánto cariño se profesan lo más a menudo posible”.
Martínez señala que en el caso del que decide emigrar, las principales pérdidas asociadas a la migración son: la lengua, la cultura, la familia y los amigos, el estatus, el contacto con el grupo étnico y la tierra que les vio nacer. “Entonces son dos procesos de adaptación que conllevan situaciones distintas”, concluye.