Mujeres nicas migrantes en Costa Rica apuestan por emprender con sus propios negocios
Desde 2010 las mujeres representan un poco más de la mitad de la población inmigrante nicaragüense en Costa Rica, de acuerdo con un estudio del BID
Costa Rica es uno de los países de la región más caros para sobrevivir, sobre todo cuando se es una persona migrante en busca de oportunidades. Pese a ello, hay quienes atravesando adversidades no solo han logrado sobrevivir, sino también emprender. Nubia Miranda y Darling Romero no se conocen, pero ambas tienen una historia en común: hoy cuentan con sus propios negocios tras haber migrado por una mejor vida hace décadas a San José, la capital costarricense.
Nubia Miranda Olivares tenía 22 años cuando en 2001, pensó que irse a vivir a Costa Rica le dejaría mayores ingresos que lo que ganaba siendo maestra en un colegio de su natal Matagalpa. Aunque en un principio pensó ejercer su profesión docente en Costa Rica. La oportunidad no llegó. Porque para ello debía actualizar sus conocimientos y eso implicaba gastos. Y lo menos que tenía era dinero.
Nubia, actualmente de 43 años, tuvo que buscar la forma de mantenerse cuando llegó a Costa Rica. Ahí empezó su periplo realizando diferentes labores. Primero vendiendo ropa, luego en una gasolinera y después en una tienda comercializando artículos de belleza. Fue en este último lugar donde conoció su pasión y lo que la llevó a tener su negocio propio: el estilismo, bajo la marca Nails Cris Ángel.
“Fácil no fue. Y aún no lo es todavía. Pero cuando uno persevera, cuando uno no se estanca y desea salir adelante, se lucha y se logra”, dice Nubia, quien para profesionalizarse en belleza comenzó a tomar capacitaciones, cursos en estilismo, uñas y pestañas.
Actualmente, Nubia no solo trabaja en su salón de belleza en uno de los principales centros comerciales de la capital tica, conocido como Mall San Pedro, sino que también colabora con otros salones de belleza y ofrece servicio a domicilio, lo que le facilita atender a personas de avanzada edad o que no pueden moverse hasta un salón de belleza.
Para la activista Heyling Marenco, de la organización Colectiva Volcánicas, una iniciativa que posiciona y visibiliza los derechos de las mujeres migrantes en Centroamérica y el Caribe, cada vez son más las migrantes nicaragüenses que están abriéndose posibilidades y emprendiendo sus propios negocios.
«Ante la gran falta de empleo formal en un país como Costa Rica, que tiene una economía sumamente cara. En un país donde si no trabajas no podés acceder al tema de vivienda, al tema de salud. Sumando que cuando sos una mujer migrante estás expuesta a la explotación laboral y sexual, no dejan de estar presentes las ganas de emprender una misma», comenta Marenco.
La activista señala la importancia de espacios como la Red de Mujeres Emprendedoras o de la Feria Pinolera, que es un encuentro mensual en San José, Costa Rica, donde las mujeres migrantes o exiliadas ofertan diferentes productos hechos con sus propias manos.
«Cuando te toca movilizarte por cuestiones económicas o políticas, toca reinventarte la vida. Hay mujeres que en Nicaragua estudiaban o eran profesionales, y acá les ha tocado a muchas emprender desde el arte, desde la comida, desde la belleza, desde la música», explica Marenco.
Un estudio de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) indica que «claramente las mujeres sufren más intensamente las vicisitudes de la migración y son víctimas de abusos que prácticamente no afectan a los hombres».
Comportamiento migratorio cambiante
Y es que Costa Rica ha sido durante décadas el principal destino de miles de nicaragüenses que han migrado por razones económicas y políticas. De acuerdo con la Cepal, esto se debe a la cercanía que tienen ambos países, pero también a la estabilidad política que se ha mantenido en la nación tica.
Históricamente, las migraciones en el llamado “corredor sur”, Costa Rica y Panamá, se han caracterizado por su carácter laboral y por un perfil demográfico de población joven, mayormente masculina y con niveles educativos relativamente más bajos, según el más reciente informe del Estado de la Nación.
Sin embargo, las características han cambiado. Desde 2010 las mujeres representan un poco más de la mitad de la población inmigrante nicaragüense en Costa Rica, de acuerdo con al estudio Flujos Migratorios en América Latina y el Caribe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), publicado en 2018.
El cambio en las características no solo se da en cuanto al género de la persona migrante. Sino también en cuanto a sus estudios, dado a los acontecimientos políticos ocurridos en Nicaragua en 2018, particularmente la violencia gubernamental ejercida contra ciertos sectores, originó flujos migratorios de personas con un perfil educativo más alto, revela el Capítulo 12: Nuevas dinámicas migratorias del Sexto Estado de la Región 2021.
Nubia ya lleva cinco años con su emprendimiento. Tiene una buena cantidad de clientela. Poder ejercer su profesión en belleza le ha permitido sostenerse junto a su hijo. “Es algo que me da de comer. Yo siento que va creciendo tanto en clientes, en mi desempeño profesional y en ingresos financieros», finaliza, mientras ingresa una clienta que debe atender en su salón.
De contadora a especialista en belleza
Darling Campos Romero salió de su ciudad, Jinotepe, Carazo, antes de que fuerzas paramilitares realizaran la conocida «Operación Limpieza», ordenada por el régimen de Daniel Ortega en julio de 2018.
Atemorizada por la inseguridad que se vivía en el país y el cierre de la empresa para la que laboraba, tomó la decisión de migrar a Costa Rica. Huyendo de la violencia política y la crisis económica que aumenta a diario en Nicaragua. En mayo del 2018 llegó a San José. Pero su búsqueda de empleo “no fue nada fácil”, dice.
Ella es contadora de profesión. Pero antes de llegar a Costa Rica estaba clara que le sería muy difícil encontrar un trabajo acorde a lo que había aprendido. Durante 15 días caminó, de norte a sur y de este a oeste, por las principales calles y avenidas de la capital costarricense dejando su currículo en incontables tiendas.
“Una vez me tiraron el currículum en la cara porque yo era de Nicaragua. Yo todavía no entendía por qué no nos querían. Pero después entendí que a como hay ese tipo de personas, también hay otras muy buenas, que le abren las puertas a uno. Y que te valoran por el trabajo, no necesariamente por tu nacionalidad”, recuerda Darling.
En su vaivén laboral estuvo en un restaurante de comida china, donde no recibió ninguna paga por 15 días que trabajó. Estuvo limpiando casa y cuidando niños durante dos años. Darling –cuenta– estaba frustrada. No podía creer que estaba pasando tantas dificultades tras haber sido, incluso, analista de crédito durante seis años en Nicaragua.
El Sol comenzó a salir
Darling comenta que conoció a una joven que se dedicaba a realizar extensiones de pestañas y le recomendó que estudiara la técnica. Y así lo hizo. Trabajaba toda la semana y salía los sábados a las 8 de la noche directo a la academia de belleza. Así estuvo durante un año hasta que recibió su título.
Decidió renunciar a su trabajo y emprender sola, hasta que conoció a su actual pareja. Hoy, ella es copropietaria de una barbería y salón de belleza en Curridabat, ubicado al este de San José. Su pareja se encarga de la barbería y ella se encarga de todo lo relacionado a cejas y pestañas femeninas.
Actualmente ha realizado más de 15 capacitaciones y especializaciones en extensiones de pestañas. Está certificada para ejercer su profesión en México, Costa Rica y Estados Unidos.
“El crecimiento de los dos últimos años ha sido super bien. Gracias a Dios la respuesta de los clientes y las personas han sido excelentes”, comenta Darling, quien al salir de Nicaragua dejó a su hijo de un año. Pero con su esfuerzo ya logró llevarlo a vivir con ella a Costa Rica.
Comparte sus conocimientos a otras mujeres
Consciente que en la vida el conocimiento se comparte, Darling también se dedica a brindar cursos básicos para personas que quieran iniciarse en tema de belleza. Porque, aunque ella se especializa en pestañas y extensiones, también está certificada para enseñar lo que ha aprendido.
Los cursos los imparte en el salón de belleza de ella y su pareja. Las lecciones duran tres meses y las brinda una vez a la semana. “Lo imparto a personas que tal vez no tienen la posibilidad de pagar un curso completo y les ofrezco una opción económica, pero también una opción actualizada”, explica.
Esta iniciativa, según ella, nació con el fin de enseñar todo el conocimiento que ella ha adquirido durante los últimos dos años. «Sé muy bien lo difícil que es acceder a este tipo de cursos por los costos, pero también sé la necesidad que tienen muchas mujeres», confiesa.
“He descubierto que no hay límites para una. Yo pensaba que yo no podía trabajar en otra cosa más de lo que trabajaba en Nicaragua. Aquí yo vine a descubrir que yo podía trabajar en lo que yo me lo proponga. A veces el límite es el cielo y las ganas que uno tiene de salir adelante”, cuenta Darling, mientras salta una sonrisa de orgullo en su rostro.